Si buscas una inmersión en la naturaleza, una escapada dónde desconectar para conectar, Tipi Valley es tu destino
En uno de esos momentos de cambio y catarsis por los que uno atraviesa, esos en los que te apetece desaparecer, alejarte de todo, desconectar de tu realidad pero a la vez poder conectar contigo mismo y con el mundo – estoy segura que sabes a qué me refiero – fue cuando encontré Tipi Valley. Una propuesta de todo incluido, con un programa con clases de yoga dos veces al día, clases de surf, alimentación ecológica, con alojamiento en tipis, en un entorno de monte y mar, un lugar idílico en el Algarve portugués, a 2 km del pueblo de Aljezur. Un valle sin cobertura, sin electricidad, con un grupo reducido de gente ¿podría haber mejor lugar para aislarse?
Tomar la decisión de ir fue fácil, pero el cómo llegar se complicó un poco. Los retiros empiezan los lunes y terminan los sábados o lunes, dependiendo de si son de 5 o 7 días. Esto limita bastante las opciones de viaje. Tras valorar todas las combinaciones posibles que suponían no alquilar un coche (tengo carnet, pero no practico, de momento) o eran muy caras o tardaba dos días en llegar, días de más que no tenía. Quiso la casualidad, que cuando ya descartaba visitar el Valle, mi amiga Carolina (que también es mi casera) y yo, quedáramos a tomar café. Le conté cual era mi plan pero que seguramente tendría que cambiarlo y con las mismas me dijo que le parecía una gran experiencia y tras un par de días de valoración, me confirmó que se vendría conmigo y podríamos viajar así en su coche. Tipi Valley, here we went!
Welcome to Tipi Valley
La bajada al valle fue a pie. Los vehículos quedaron aparcados en la parte de arriba, y ya reunido el grupo que compartiríamos esos días, caminamos juntos bosque abajo. Carolina y yo éramos las primeras españolas que visitaban Tipi Valley, al parecer este tipo de experiencias no está muy extendida en su país vecino. Nuestros compañeros esos días eran de Australia, EEUU, Suiza, Grecia, Japón… lo que además de ser una experiencia de retiro, se convirtió también en un campamento para practicar inglés.
Las tipis iban salpicando aquí y allá durante la bajada, hasta llegar a la zona más baja, donde una gran tipi dominaba el espacio. Una mesa y bancos de madera para las comidas, un estanque con ranas, una huerta que rodeaba el campamento y una tienda común. Aquí y allá había pequeños puentes de madera que unían distintos espacios, con hamacas colgando entre árboles. En la parte media, en una explanada que se abría al valle, estaba la zona del yoga, con un pequeño buda que vigilaba nuestros movimientos cada mañana y cada tarde.
- Huerto
- Mesa de Madera
- Fuente de las ranas
- Vistas privilegiadas desde la clase de yoga
- Tienda común
Mención especial requieren las duchas y los WC. Estructuras construidas con maderas y bambú y… sin techo. El agua de la ducha se calentaba durante el día con paneles solares y había un par de WC algo alejados de la zona de convivencia, por razones evidentes. Eran baños preparados para no generar residuos. Con un sistema de uso peculiar. Es difícil de explicar, así que mejor os dejo unas fotos y sacáis vuestras propias conclusiones 🙂
- WC por fuera. Curiosidad máxima.
- WC
- Exterior de las duchas
- Interior de una ducha con su lavabo

Habitación de la Gran Tipi
Mi experiencia incluía alojamiento compartido y me puse la mar de feliz al saber que la gran tipi central sería donde dormiría esos días ¡Yuhuuu!. El lugar no podía tener más encanto. Nos acostábamos con el croar y el cri-cri de los grillos y nos levantávamos con el canto de los pájaros. Incluso en algún momento según soplara el viento, se escuchaba el rumor de las olas que subía por el valle.
Rutina en el Valle
Para despertarse, la profesora de yoga paseaba por el campamento con un cuenco tibetano de metal, creando armónicos gong, gong… Nos íbamos reuniendo en el salón común para un pre-desayuno de té y fruta y pasábamos a la zona de yoga para la primera clase. Después tomábamos el desayuno. No sólo no perdí peso, sino que traje algún extra… Todas las comidas eran deliciosas. Se preparaban allí mismo, muchas cosas eran de la propia huerta. Muchas verduras con ricos aliños, ensaladas, legumbres, panes de diferentes cereales, confituras, miel, frutas… Gastronómicamente hablando nos sorprendió mucho y para bien.
Sobre las 10/10:30h nos recogían en el campamento con los Jeeps para llevarnos a la playa de Monte Clérigo dónde la escuela Odeceixe impartía las clases. Aquí era el único momento que conectábamos con el más aca. Mientras dábamos las clases, el chiringuito nos dejaba cargar los móviles y las cámaras de fotos, además tenían wifi ;). Las clases de surf fáciles, fáciles no son. Hay que echarle ganas y tomárselo con calma, porque son exigentes físicamente, sobretodo cuándo te caes todo el rato, jeje. Pero la sensación de surcar las olas cuando logras aguantarte dos segundos en pie, es insuperable.
- Calentando antes de la clase
- Aquí mis dos segundos de gloria 🙂
Comíamos en la misma playa un picnic que nos traían preparado del campamento. Teníamos un rato libre y luego, de vuelta al valle. Antes de la clase de yoga de la tarde, había tiempo para una ducha a cielo abierto, un rato de lectura, pasear, dormitar en las hamacas y antes de que los últimos rayos del sol se fueran, cenábamos y ya la charla y la noche se alargaba hasta lo que cada cual consideraba.
Mens sana in corpore sano: reset conseguido
Finalmente el objetivo del viaje se cumplió. No hizo falta mucho esfuerzo, sólo estar allí y dejarse llevar por el momento, por las sensaciones del contacto directo de la naturaleza, con tu yo físico y mental. Respirar. Desconectar para conectar. No fueron unas vacaciones low-cost, pero la calidad/precio estaba más que equilibrada para el global de la experiencia, sin duda muy muy recomendable.
- Compañeros de Tipi Valley
- La última mañana la clase de yoga es en la playa

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